elefante pixelado

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Sašo Sedlaček

La obra confirma que la imagen ocupa un lugar de privilegio, y al mismo tiempo alumbra -con admirable ironía- la discriminación que directa o indirectamente está enquistada en la sociedad contemporánea. El artista esloveno Sašo Sedlaček (1974) creó el Beggar robot [El robot mendigo] como una forma de alertar que el avance de la tecnología está dirigido a una clase social privilegiada, que la desigualdad económica es cada vez más profunda y que la actividad marginal del mendigo es diariamente reprimida y castigada por la indiferencia.

Sedlaček recicló insumos informáticos para construir este dispositivo que tiene como objetivo pedir dinero en las calles y en centros comerciales. El concepto es desarrollar una “amable estrategia de resistencia”. Sin actitudes intimidatorias, el robot extiende una manito metálica y agradece cada moneda que recibe en un tono cálido, casi tímido. Beggar... utiliza un sistema operativo Linux y cuenta con una licencia Creative Commons; es decir, está diseñado para que cualquiera pueda duplicarlo y actualizarlo libremente. Vía internet están disponibles todas las especificaciones técnicas de la versión 1.01, Sedlacek pensó el mecanismo para que sea compatible con cualquier circuito eléctrico y señal de televisión a lo largo del mundo. Esta posibilidad de fabricar robots mendigos en cualquier país refuerza su militancia sociotecnológica, su activismo pasivo y altamente eficaz.

El dinero que colectan los Beggars... obviamente termina en manos de aquellos que más lo necesitan. Lo más impactante es el éxito que tienen, la gente se detiene y ofrece orgullosa sus donaciones. La recaudación es notable, los billetes se cuentan de a cientos. El truco, es muy simple advertirlo, reside en que el pedido de dinero está desvinculado de la (para muchos) incómoda e intimidatoria presencia de un ser humano sucio y mal vestido. Además, el robot tiene acceso a lugares donde un mendigo no tiene permitido estar, por ejemplo shoppings, supermercados, locales y galerías comerciales.

La obra de Sedlaček persigue los espacios olvidados de la sociedad, los reubica y les da trascendencia. Él mismo considera que su producción es una forma subversiva de reinterpretar hechos científicos, legales y sociales a partir de la utilización y el reciclaje de insumos de bajo precio e incluso de descarte. Sus piezas en general están pensadas en función del espacio público; deja de lado cualquier método político directo, prefiere inclinarse hacia estrategias lúdicas, amigables, que generen cambios pequeños pero con un potencial enorme para contagiar a otros actores sociales y multiplicar el efecto. Otro elemento presente es lo artesanal, factor clave que representa una opción real para aquellos que están excluidos y marginados.

El Beggar... puede programarse para que hable en distintos idiomas. Sedlaček define su creación como un experimento social de baja intensidad, una acción benéfica diseñada con humor tendiente a aumentar la conciencia pública de determinadas esferas invisibles y sus posibles soluciones. El hecho de poder fabricarlo con chatarra también habla de una conciencia social y un compromiso con el medioambiente, especialmente en los tiempos que corren que parecen dominados por una ideología de consumo irresponsable y un desarrollo sin códigos.

“El robot mendigo es también el mensajero de una mala noticia: hay cada vez más pobres y cada vez más indiferencia”, apunta el artista. Hasta el momento, ha puesto a prueba el robot en distintos puntos comerciales de Eslovenia y Tokio. Casualmente, son dos ciudades donde está prohibido mendigar, pero esa ley está escrita para los humanos y no para los aparatos. Recientemente Sedlaček puso en funcionamiento una nueva versión, la 2.0, realizada en el Institute of Advanced Media Arts and Science, que es de muy fácil programación y ensamblaje. Es sólo cuestión de visitar la web oficial del artista para descargar los planos. La idea es que el robot prolifere en la mayor cantidad de locaciones posible.

Guillermo Habacuc Vargas

Quienes estén acostumbrados a disfrutar del arte como una actividad decorativa abandonen la lectura de este artículo inmediatamente. El costarricense Guillermo “Habacuc” Vargas (1975) es un artista que ha despertado odio acérrimos, incluso hay agrupaciones que intentan prohibirle que continúe exponiendo. Tienen sus motivos. Pero, como todo lo que hace a la multiplicidad de interpretaciones, vale la pena abrir la discusión.

Habacuc vive en Cartago y es autodidacta. El pseudónimo no tiene nada que ver con el profeta hebreo, él mismo explica que lo utiliza por una cuestión fonética. Su obra analiza las relaciones políticas y sociales contemporáneas, critica puntualmente los cortocircuitos que desatan los abusos de poder, tomando como eje la filosofía estructuralista y post-estructuralista.

En su primera video-instalación, Instalación #1, presenta una serie de plantas reales; detrás, sobre una pared blanca, proyecta un video donde una persona riega cada una de las macetas. Las plantas, obviamente, con el correr de los días se secan, lo cual pone en evidencia la desconexión que existe entre el mundo virtual o ilusorio y la vida real. Para su instalación sonora Himnos, mezcló en un mismo espacio los himnos nacionales de todos los países de Centroamérica. El resultado es un ruido caótico que demuestra las contradicciones que aparecen cuando se descontextualizan (se rompen la barreras de espacio y tiempo) los íconos políticos de una región determinada.

Es constante el uso del humor en sus intervenciones, por ejemplo, para la obra Rótulos ubicó en la puerta de entrada de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de Costa Rica un cartel que tenía las palabras Lame culos (se leía cuando la gente ingresaba) en la cara exterior y la palabra Encomiástico en la cara interior (se leía al salir). Los términos son sinónimos, uno es académico y elegante, mientras que el otro es vulgar y grosero. En síntesis: Habacuc sugiere con esta obra que la enseñanza artística es pura forma y decorado.

Para Pausa, infiltración televisiva (2007) Habacuc, junto con 11 artistas, incrustaron producciones videográficas propias en el aire del canal mexicano Televisa. Uno de los operadores técnicos fue cómplice para emitir, sin permiso ni aviso previo, cada uno de los trabajos, que aparecieron interrumpiendo programas de debate político e informativos.

El quiebre definitivo en la carrera del costarricense es Exposición #1, su primera muestra individual, que tuvo lugar en la Galería Códice de Managua. Estaba integrada, en primer lugar, por documentación fotográfica de la obra Alfombra roja: una alfombra hecha con 300 kilos de tomates, para la V Bienal de Artes Visuales del Istmo Centroamericano. En la sala sonaba repetitivamente el himno sandinista al revés. En la pared, con gránulos de alimento para perros, estaba escrita la frase Eres lo que lees. A un costado, en una vasija, se quemaban lentamente 175 piedras de crack y 25 gramos de marihuana. Y lo más violento: en un rincón, Habacuc ató un perro callejero con una cuerda, al cual dejó morir de hambre.

El perro, que llevaba a propósito el nombre Natividad, tenía la salud muy comprometida. Nunca fue alimentado, tampoco se le convidó agua. A los tres días de inaugurada la muestra, murió de inanición. Acto seguido, una multitud integrada por grupos ecologistas y militantes en defensa de los derechos de los animales comenzó una campaña de repudio a Exposición #1 y, obviamente, a su autor: Habacuc.

La semilla de la instalación data de fines de 2005. El 11 de noviembre, en Cartago, un indigente de 25 años llamado Natividad Canda fue atacado salvajemente por dos perros rottweiler. Canda quiso entrar a robar en un taller pero fue sorprendido por los dos animales, que masticaron su cuerpo hasta dejarle los huesos expuestos. Las pericias señalaron que fue arrastrado 25 metros y recibió más de 200 mordiscos en casi dos horas. La policía llegó a la hora del ataque, pero no intervino para no herir a los perros; los bomberos, avisados media hora después de alertado el hecho, con sus mangueras a presión lograron disuadirlos. Canda murió en el hospital Max Peralta de Cartago a los pocos minutos.

Habacuc tomó el caso de Canda como punta de debate y pensó Exposición #1 en consecuencia. La finalidad de la obra era fomentar el análisis de una situación social y políticamente contradictoria; sin embargo, lo único que consiguió en lo inmediato fue recibir señales de odio y rechazo absoluto hacia su persona y sus propuestas artísticas. La web se pobló de espacios que lo tildaban de asesino y torturador. Habacuc recorrió todos esos espacios y con el material que fue encontrando armó el sitio Eres lo que lees donde compila cientos de interpretaciones que tuvo la instalación: las posturas terminantemente en contra, otras a favor y las más racionales, que se animan a sumergirse en la polémica y escuchar el abanico argumentativo completo.

En una entrevista con la prensa colombiana, el artista explicó que lo más importante era dejar al descubierto la hipocresía de la gente. “Un animal así se convierte en foco de atención cuando lo pongo en un lugar blanco donde la gente va a ver arte pero no cuando está en la calle muerto de hambre. Igual pasó con Natividad Canda, la gente no se sensibilizó con él hasta que se lo comieron los perros (…) En mi exposición, nadie llegó a liberar al perro ni le dio comida o llamó a la policía. Nadie hizo nada”, comentó.

Una de sus últimas creaciones es Exposición #2, inaugurada en Milán en septiembre de 2009. Habacuc juntó en una olla sudor de cinco inmigrantes: un cocinero egipcio, una prostituta nigeriana, un constructor marroquí, un albañil rumano, un vendedor ambulante senegalés y un conserje peruano. Con ese sudor, Habacuc cocinó todos los bocados que convidó a los asistentes el día de la inauguración de la muestra. La propuesta es lineal, dejar en evidencia que el sudor de los trabajadores ilegales e indocumentados es el que da de comer a los países desarrollados.

Exposición #2, comida preparada con sudor

Tania Bruguera

Su último escándalo tuvo lugar hace pocos días en Bogotá. Durante una performance en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional ofreció cocaína a los asistentes. Tres o cuatro bandejas con veinte líneas cada una. Arte de conducta, anunció la artista cubana Tania Bruguera (1968). Algunos esnifaron, otros se retiraron del recinto, entre ellos David Lozano, uno de los curadores de la muestra. Las autoridades no tardaron en alzar las voces. “La única responsable soy yo”, dijo ella.

Bruguera ya está acostumbrada a encender la luz de la polémica con sus provocaciones. Hace algunas semanas, en la Bienal de Venecia, presentó su obra Autosabotaje, donde se dispone a leer un texto, en inglés, frente a un auditorio. Al llegar a un punto y aparte se dispara con un revolver en la cabeza. Es un arma de tambor que tiene una sola bala; la artista juega a la ruleta rusa y gatilla. Al finalizar el texto, la única bala fue disparada al aire para demostrar que verdaderamente su vida estaba en juego. Los espectadores, horrorizados. “Si eres un artista político no te debe importar complacer al público”, dijo en una entrevista al finalizar su acción.

La principal preocupación de sus obras se ubica sobre utilidad del arte. En un ensayo de su propia autoría explica que su propósito no es sólo provocar maneras de pensar o debates en base a ideas contradictorias, sino encontrar la utilidad del arte a partir de la participación del público. El arte -continúa- es una de las posibilidades más potentes de poner en movimiento un motor social; entender la conducta social como medio de expresión: materialidad, finalidad, documentación. El arte de la conducta sería un arte como construcción de lo colectivo, una usina que genera situaciones que transforman al ciudadano.

El mensaje que ofrece Bruguera es claro: el artista que tiene intenciones de ingresar en terreno político tiene que estar dispuesto a llevar su obra hasta las últimas consecuencias. Y si no tiene verdaderas intenciones de generar un cambio en el público, si no está a la altura de las circunstancias, mejor que elija otro rumbo. Su educación artística, en consonancia con la lógica política de su Cuba natal, parece haber sido determinante.

Tania Bruguera – Autosabotaje (2009)