El hiperrealismo de ser sólo una copia exacta de la realidad no tendría ningún sentido, sería sólo un goce tecnicista. Para hacer lo mismo que la realidad está la realidad. Aún así, el hiperrealismo tiene su razón de ser, el artista manipula otras variables para hacer de la copia una pieza artística.
El escultor australiano Ron Mueck es un especialista, y un exquisito. Además de cincelar cuerpos humanos con absoluto detalle, poros, lunares, puntos negros, vello, arrugas, lágrimas, etc., ubica sus creaciones en un tamaño y en situaciones totalmente ajenas a lo cotidiano. Por ejemplo, su obra A girl es un bebé hiperrealista de seis metros de alto.
Mueck (Melbourne, 1958) llegó al mundo del arte casi por error. Desde finales de los años setenta hasta mediados de los ochenta se dedicó a la producción de efectos especiales para televisión y cine. En 1986 se trasladó a Los Angeles y posteriormente a Londres, en donde realizó durante seis años anuncios publicitarios. Recién una década después desarrolla su primera exposición. Desde entonces, ha ido logrado un ascenso imparable gracias a un lenguaje sólido dentro de la escultura contemporánea.
Sus piezas están construidas con silicona y acrílico en su gran mayoría. Además de concebir un arte plenamente contemplativo, todo es perfecto hasta el mínimo detalle, el concepto que trabaja lo ha convertido en uno de los grandes escultores contemporáneos. Uno de los trabajos que lo catapultó a la fama es Dead Dad, una representación exacta del cuerpo de su padre, ya fallecido, reducido aproximadamente a dos tercios del tamaño natural. Es la única obra de Mueck que usa su propio pelo para el producto final.
Ron Mueck
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