Pese a las adversidades, decidieron echarle una mano al tío Pablo. Asunta preparó en la bañera del departamento unos quince litros de vermouth. Receta familiar. Eran épocas de ley seca, vender alcohol era un delito en los Estados Unidos. La restricción elevaba la cotización sideralmente, pero alguien tenía que correr el riesgo. Una noche decidieron llevarle el cargamento a Pablo; Vicente iría en moto con las botellas en el sidecar. En la esquina exacta de la casa cumplía con su turno un policía irlandés, aunque conocido de la familia, era mejor que no haga preguntas. Entonces fue necesaria la ayuda del pequeño Astor. Se sentó arriba de los envases, se tapó con una manta y salieron a la calle. Eran casi las nueve y media de la noche. El irlandés los vio pasar y saludó con una reverencia. Misión cumplida.
jueves, 23 de abril de 2009
Astor Piazzolla: el traficante
Corría el año 1931. Astor Piazzolla todavía no era Astor Piazzolla. Tenía apenas 10 años y vivía en Nueva York con su familia: su madre, Asunta, y su padre, Vicente. Nonino y Nonina. Su tío Pablo, que vivía en las afueras de la ciudad, arrastraba un serio problema de deudas. Los Piazzolla no estaban en un gran momento, casi se podría decir lo contrario. El pequeño Astor, para financiar sus travesuras, lustraba zapatos en la calle con su amigo Willy, un ruso. También tocaba la armónica. El negocio era rentable pero no alcanzaba para ayudar.
Pese a las adversidades, decidieron echarle una mano al tío Pablo. Asunta preparó en la bañera del departamento unos quince litros de vermouth. Receta familiar. Eran épocas de ley seca, vender alcohol era un delito en los Estados Unidos. La restricción elevaba la cotización sideralmente, pero alguien tenía que correr el riesgo. Una noche decidieron llevarle el cargamento a Pablo; Vicente iría en moto con las botellas en el sidecar. En la esquina exacta de la casa cumplía con su turno un policía irlandés, aunque conocido de la familia, era mejor que no haga preguntas. Entonces fue necesaria la ayuda del pequeño Astor. Se sentó arriba de los envases, se tapó con una manta y salieron a la calle. Eran casi las nueve y media de la noche. El irlandés los vio pasar y saludó con una reverencia. Misión cumplida.
Pese a las adversidades, decidieron echarle una mano al tío Pablo. Asunta preparó en la bañera del departamento unos quince litros de vermouth. Receta familiar. Eran épocas de ley seca, vender alcohol era un delito en los Estados Unidos. La restricción elevaba la cotización sideralmente, pero alguien tenía que correr el riesgo. Una noche decidieron llevarle el cargamento a Pablo; Vicente iría en moto con las botellas en el sidecar. En la esquina exacta de la casa cumplía con su turno un policía irlandés, aunque conocido de la familia, era mejor que no haga preguntas. Entonces fue necesaria la ayuda del pequeño Astor. Se sentó arriba de los envases, se tapó con una manta y salieron a la calle. Eran casi las nueve y media de la noche. El irlandés los vio pasar y saludó con una reverencia. Misión cumplida.
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1 comentarios:
Una historia desconocida. Muy buena
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