Dalí: surrealismo empresarial

Dalí fue un remplazo. Su hermano Salvador murió un año antes de que él nazca, un ataque de meningitis lo fulminó cuando cumplió siete. De chico, sus padres le repetían cada día el porqué de su nombre y recordaban lo maravilloso que era su hermano. “Pensaba que mi carne y mi alma eran de mi hermano muerto, del Salvador mortal. Ese fue el comienzo de las excentricidades. Dalí tiene que probarle constantemente al mundo que el verdadero es el otro y no el hermano muerto”, solía decir el pintor. Separarse de la sombra del otro Salvador se convirtió en una obsesión que terminó gestando a uno de los más famosos artistas del siglo XX. “El exhibicionismo me hará inmortal, no como el otro Salvador, que muere, se termina”, aseguraba.

Además de ser una verdadera máquina artística, Dalí fue un empresario hostil; él y su esposa, Gala. Era un fanático del dinero, lo cual le trajo serios problemas con sus amigos y familiares directos. Uno de sus lemas era “Paga lo más tarde que puedas, cobra lo antes posible”. Jamás llevaba dinero encima, cuando alguien tenía el atrevimiento de preguntarle porqué contestaba que él era como el Papa, que tampoco lleva dinero. Los comerciantes de Figueres sabían que tenían que acercar las facturas de Dalí al Hotel Duran, el señor Duran se hacía cargo de los caprichos del pintor sin pronunciar queja. Recién al final de la temporada Gala se dignaba a pagar todas las facturas acumuladas; obviamente, exigía descuentos por pago en efectivo.

En cambio, se desvivía por cobrar las obras vendidas: Dalí fue implacable con sus deudores. Aún se conserva una carta dirigida al señor Duran, enviada a través de su abogado, escrita de puño y letra por Dalí. “Reclamo pago inmediato, recibieron mis bocetos, les gusten o no, tienen que pagar”. El célebre creador del movimiento surrealista, André Breton, lo llamaba Ávida Dollars (anagrama creado a partir de su nombre). Más allá del chiste, le sobraban motivos.

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Imágenes de Salvador Dalí
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