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Maurizio Cattelan

Dice que no es un artista conceptual, y que tampoco tiene relación con lo poético. El italiano Maurizio Cattelan (1960) utiliza el arte para ejercer el humor. Punto a favor. Los grandes íconos del poder político son sus víctimas predilectas, aunque también suele disparar al cráneo de la involución social y la hipocresía del mundo contemporáneo. Todo puede ser cualquier cosa, así lo prefiere.

Sus creaciones se valen de la instalación, la escultura (siempre en clave hiperrealista), el video, la fotografía, las acciones y los objetos. Su obra más polémica fue La nona ora (La novena hora, 1999), integrada por una escultura a escala real del papa Juan Pablo II, tumbada sobre una alfombra roja, derribada por un enorme meteorito que ingresó a través de una ventana. Alrededor de la figura del pontífice estaban los fragmentos del vidrio destruido por la enorme roca que había llegado desde el cielo.

Otro episodio que causó revuelo fue la instalación que desarrolló en el MoMA, en 1998: hizo que un mimo se disfrace de Pablo Picasso –camiseta a rayas, sandalias y una máscara de proporciones desmesuradas creada con papel maché- y hable con el público. La intención, evidentemente, fue ubicar al célebre pintor malagueño en el rango de un Mickey Mouse del arte, un producto de consumo masivo funcional a las políticas de los grandes museos.

Para la instalación Hollywood aterrizando en Sicilia (2001), Cattelan ubicó sobre el basurero más grande de la isla italiana una réplica del famoso cartel de Hollywood. Ese mismo año presentó la escultura Him, la figura hiperrealista de Hitler, modelada en cera y con cabello humano, el tamaño del cuerpo es el de un niño de doce años. El dictador parece asustado, está arrodillado como si estuviera en penitencia. El artista clava un alfiler en la conciencia crítica del espectador, la estimula desde la ironía del anti-monumento.

El recurso de la infancia es muy utilizado en la obra de Cattelan. En la instalación Niños Colgados (2004) colgó de un árbol tres esculturas de niños, también modelados en cera. Parecía que habían sido ahorcados. La obra fue muy mal recibida en Milán, de hecho un vecino (Franco Di Benedetto, su nombre consta en las actas de la policía) rompió las figuras con un hacha. Cattelan dijo al enterarse de la reacción: “¿Cómo puede ser la sociedad tan hipócrita que se sorprende por un muñeco colgado cuando nos encontramos a diario imágenes fantasmagóricas de niños que mueren o que son víctimas de guerras o de otras situaciones?”.

La gran virtud de Mauricio Cattelan es apelar a la truculencia sin que nada sea verdaderamente truculento. No necesita de los recursos del shock art, por ejemplo, ni de la repercusión mediática para movilizar al público. Sus excentricidades huyen de lo macabro. La política es “perturbar sin espantar”.

Una de sus última obras de tono crítico es Frank y Jamie (2002), expuesta en la galería Marian Goodman de Nueva York. Cattelan expuso una pareja de policías (siempre en cera), con sus respectivos uniformes, patas para arriba. Una posición a todas luces ridícula para un agente social que debería ocuparse de enderezar los comportamientos incorrectos. También ese año presentó Now, una réplica del cadáver de John F. Kennedy, dentro de un ataúd, vestido impecablemente con un traje oscuro, corbata y los pies desnudos.

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Imágenes de Maurizio Cattelan
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1 comentarios:

29 julio, 2009 recordamos el futuro dijo...

muy buena idea este blog, me gusta, me suscribí, muy interesante, casi no conozco nada de lo que presentan, felicitaciones, besos desde mendoza capital