elefante pixelado

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Daniel Canogar

Técnicamente no es fotografía. Y tampoco pertenece al cine. La obra del español Daniel Canogar (1964), es verdad, viaja en un haz de luz cargado de imágenes. Pero, mientras avanza, arrastra otras disciplinas, entre ellas la electrónica, la arquitectura y el arte plástico.

El punto de partida de sus creaciones suele ser el concepto que él denomina Ecosistema visual, que es, ni más ni menos, el bombardeo de imágenes que envuelve al hombre en su vida cotidiana. Sus instalaciones cuestionan la exposición obligatoria a esta realidad fantasmagórica; reflexionan sobre el cuerpo y la influencia de la tecnología en la percepción del mundo. Canogar sostiene que día a día hay una negociación silenciosa entre el hombre y la tecnología, por eso en sus obras el espectador no sólo convive con imágenes proyectadas, sino también con los dispositivos encargados de generar ese mundo. Cables de fibra óptica, computadoras, cintas de video, etc., se encuentran también en el centro de la escena.

En Palimpsesto (2008), el artista utiliza la luz para convertir a los espectadores en esculturas. Con miles de bombitas de luz quemadas creó una pantalla donde proyecta manchas de luz que se mueven arbitrariamente. Cuando el público se acerca a la pared de bombitas, la luz se pierde en la silueta del cuerpo que tiene delante y con el movimiento –un intercambio inmediato de luces y sombras- se presenta como una nueva figura tridimensional.

Para la instalación Fuegos Fatuos (2009), pensada especialmente para el espacio abierto Obras del Matadero Madrid, utilizó un verdadero arsenal de residuos electrónicos con la intención de explorar su propia memoria, encontrar las huellas del uso que alguna vez tuvieron. A través de proyecciones indaga sobre los supuestos secretos que encierran, a modo de metáfora de una sociedad y una época donde los tiempos de caducidad son cada vez más veloces. Las proyecciones que emplea parecen liberar una energía almacenada en los residuos, como si estuvieran despertando, mientras se escuchan ecos de los animales sacrificados antiguamente en el matadero. La instalación es una lectura de las nociones de vida y muerte, y un paralelismo entre el sistema circulatorio humano y la energía que activa a los circuitos de información contemporáneos.

“La arqueología de los nuevos medios siempre ha sido una importante fuente de inspiración para mi proceso creativo. En los orígenes de la imagen tecnológica encontramos en estado embrionario las claves fundamentales que regirán nuestra actual cultura mediática”, explica Canogar en su manifiesto artístico.

Una de sus obras más llamativa es Asalto (2009), una video proyección interactiva que interviene lumínicamente el Alcazar de Segovia. La obra juega con el imaginario colectivo y propone saquear virtualmente el monumento. Sobre el piso, a unos 15 metros de la fachada del Alcazar, el artista armó una base en madera pintada de verde. Sobre esa tarima –de unos 8 metros de extensión- se dispuso una cámara conectada a una isla de edición que recorta con un efecto croma el color de fondo (el verde). Los espectadores se arrastran por la tarima, la cámara captura esa imagen y la proyecta procesada, en gigante, sobre la pared del monumento. El efecto es una persona que escala por las paredes. Y mejor aún es cuando son quince o veinte las personas que intervienen: parece un grupo que se apodera, como hormigas, del edificio. La obra -explica Canogar- ironiza sobre las fantasías históricas y despierta ansias por superar obstáculos importantes en la vida cotidiana.

Daniel Canogar - Asalto Segovia

1 comentarios:

05 octubre, 2009 Invisible dijo...

Da un poco de miedo comentar en este blog. Ja!. Como si hubiera que poner algo interesante si o si. Saludos che, re buena onda el elefante pixelado.