Barbitúricos y un alcoholismo galopante. Uno arrastra a los otros. Cuando se juntan, la combinación puede ser letal, directa o indirectamente; como fue el caso del célebre pintor norteamericano Mark Rothko –en realidad nació en Letonia, pero huyó de su país con su familia a los once años, clásica historia de la Rusia zarista-. No fue intoxicación. La muerte fue premeditada. Y un tanto más violenta.
Lo interesante del suicidio de Rothko es el paralelismo que existe entre su obra y el avance de la depresión que lo empujó a cortarse las venas en su estudio de Nueva York, la madrugada del 25 de febrero de 1970. En los últimos cuadros predominan los tonos oscuros, lúgubres, muy distintos a los de sus años de auge creativo donde experimentó en las líneas del expresionismo abstracto a partir de colores vibrantes. La paleta fue decantando, primero hacia los marrones, después aparecieron los grises, y al poco tiempo descubrieron el cuerpo en medio de un charco de sangre.
La noticia impactó con fuerza en los medios de comunicación, pero no por la pérdida humana, sino por el escándalo que desató en el mercado del arte. Por lo general, la muerte de un artista sirve como disparador, y más cuando hay algo truculento de por medio. Sucedió algo parecido, pero con una oscura historia detrás.
La estafa estuvo en manos de la galería Malborough. Sus dueños se aseguraron primero de controlar el legado completo de Rothko: unas 789 pinturas valoradas a principios de la década de 1970 en 32 millones de dólares. Acto seguido, utilizaron estrategias para reubicar la obra en el mercado. Era obvio, las sospechas indicaban que los encargados de la comercialización dejaron que Rothko, quien apenas recibía monedas, se suicide para mejorar las cotizaciones.
Los hijos del artista iniciaron una demanda legal que duró cuatro años. Acusaron a la galería de malbaratar fondos para sacar provecho de las operaciones de venta con los cuadros de su padre. El caso llegó a obtener la etiqueta del Watergate del arte. Hasta hubo quienes se animaron a diagramar un complot criminal.
La justicia falló en contra de Malborough: la galería tuvo que anular todos los contratos con la familia Rothko e indemnizarla con nueve millones de dólares. A la pasada, también perdió la exclusividad de la obra de Jackson Pollock, otro artista norteamericano, también alcohólico, que perdió la vida trágicamente en un accidente de auto. Oh, casualidades.
Mark Rothko
lunes, 9 de noviembre de 2009
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2 comentarios:
querido elefante que no deja de sorprenderme...
hasta lo que es capaz de llegar el capitalismo :S
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