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Gabriel Orozco

Su obra reescribe ciudades. Al menos así dice él. Suena bien, aunque sería más específico hablar de sentidos, de significados y de funcionalidad. Gabriel Orozco (1962) es un artista mejicano que trabaja en distintos planos: video, fotografía, escultura, instalación, dibujo y arte-objeto. Sus trabajos y declaraciones arrastraron polémica a principios de la década de 1990, fue capaz de captar la atención de los principales museos del mundo con obras novedosas como Black Kites, una calavera pintada a cuadros blancos y negros, pero también supo ganarse el odio de sus colegas con acusaciones del estilo “El neomejicanismo es una escuela atrasada”.

Sus primeros trabajos están relacionados con líneas clásicas y soportes convencionales. De a poco fueron mutando hacia la reinterpretación de objetos ubicándolos en espacios públicos, basura y residuos característicos de cada país que visitaba, impredeciblemente atravesados en contextos cotidianos. No trabaja en estudio ni taller, prefiere crear en la experiencia en sí, aprovechar el instante y convertirlo en un hecho estético. Transformar lo intrascendente.

Una de sus grandes creaciones es La D.S. (1993), un Citroën DS rebanado al medio. Le quitó una lonja de auto simétricamente en el centro y lo volvió a unir prolijamente. El resultado es un automóvil ultracompacto, visualmente atractivo pero completamente inútil. Es decir, trazó una crítica al impulso contemporáneo de agradar con la imagen sin detenerse en la funcionalidad de los objetos.

Piedra que cede (1992) es una gran bola de plastilina que Orozco va llevando de muestra en muestra. Pesa lo mismo que él, y el dato característico es que a medida que va sufriendo modificaciones –se la puede tocar, hacerla girar, golpearla, incrustarle objetos- van quedando marcas, testimonios de los distintos contextos donde estuvo expuesta.

Hay quienes lo consideran uno de los principales creadores del mundo, y otros que directamente lo tildan de estafador. Los argumentos son miles, hubo críticas donde lo acusaban de ser un simplista, que su obra podría hacerla cualquiera incluso gente sin ideas ni conocimientos sobre el proceso creativo en el arte, que sus piezas están vacías de contenido. La respuesta de Orozco fue categórica: “Sí, cualquiera pudo hacerlo, pero yo tuve los huevos”. Sea como sea, hoy es uno de los artistas obligado de cualquier bienal de alto vuelo que se realice en Europa o América.

Para Oval con péndulo (1996) fabricó una mesa de billar circular que expuso en el Empty Club de Londres, un antiguo casino inglés. Sobre la mesa ubicó dos bolas blancas, y colgada de un hilo la bola roja, que oscilaba ante cualquier movimiento. Obviamente, es imposible jugar: todo está alterado y modificado para mover al espectador a reflexionar sobre las variables de orden y desorden, siempre con una estricta búsqueda estética. Trabajó la misma línea en la obra Ping-pond table (1998) donde en el centro de una mesa de ping-pong ubicó un estanque de nenúfares. También juega el absurdo en Football (1997), una pelota de fútbol cilíndrica, imposible de utilizar.

La obra del cráneo cuadriculado, Black Kites (1997), fue presentada oficialmente en la Documenta X de Kassel. El concepto fue unir el mundo natural y físico con el mundo ideal y abstracto de la geometría. También sobrevuela la noción del intelecto –la racionalidad- y la tradición del Día de los Muertos, fiesta popular mejicana donde se representa a la muerte irónicamente.

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