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Alejandro Tamayo

La clave está en definir dónde termina lo natural y dónde comienza lo artificial. O al revés. La obra del artista colombiano Alejandro Tamayo cuestiona en profundidad qué es la vida y cuáles son los límites del ser; también explora los opuestos, por ejemplo la dicotomía vivo-inerte. Su proyecto Fruit Computer Laboratory deja al desnudo los cambios artísticos, filosóficos y científicos necesarios para interpretar el devenir del mundo contemporáneo. El planteo puede parecer pretencioso, pero está en sintonía con el desarrollo del proyecto: Tamayo está en proceso de construir una computadora a partir del comportamiento químico de las frutas, especialmente cítricos.

El artista apunta directamente a cruzar conocimientos artísticos, biológicos y tecnológicos, y desde un punto de vista más lineal, también hace en pie en la ironía, más que nada por elegir un procedimiento que no arrastra otra complejidad que los conocimientos químicos básicos. Fruit… propone la creación de un laboratorio temporal, fácil de fabricar, que dispara preguntas y reflexiones sobre la construcción de un equipo informático en un futuro próximo.

El proceso no guarda otro secreto que aprovechar los niveles de Ph de los frutos. Todo comenzó investigando sus reacciones químicas y su capacidad de producir corriente eléctrica con los electrodos apropiados, esa fuente es aprovechada para encender un circuito de LEDs y alimentar pequeños dispositivos electrónicos. El desafío principal ahora es lograr una memoria orgánica, obtener información binaria desde la medición del pH sin afectar, al mismo tiempo, esa misma medición. La cuestión no ha sido solucionada completamente aún. El artista está experimentando con geles sensibles que si bien le han abierto las primeras puertas hacia una lógica orgánica, todavía faltan ajustar algunas clavijas. De todos modos, Fruit... ha demostrado ser efectivo para almacenar información, lo cual permite, de a poco, desarrollar una estructura de programación.

Tamayo explica que, junto con su equipo, seleccionó dos frutas, limón y mandarina, que son las que más facilitan la programación y la reprogramación de la memoria orgánica: sólo es necesario agregar pequeñas gotas de jugo. Por el rango del pH, el limón es un cero (0), y la mandarina es un uno (1). Cada vez que se agrega una gota a la solución madre se cambia un bit de la memoria, así toda las veces que sea necesario, o por lo menos hasta que el recipiente se complete. El próximo paso es construir una memoria orgánica compuesta por un mínimo de 88 bits, para poder almacenar una palabra o una frase de 11 caracteres. “Queremos almacenar el tradicional mensaje “Hola mundo” y observar cómo va transformándose, o no, en el tiempo de acuerdo con los procesos naturales de degradación”, comenta.

Uno de los obstáculos del proyecto es que los sensores de pH tienen un precio muy alto, por tal motivo Tamayo está buscando métodos alternativos. Recientemente recibió desde Brasil una propuesta para utilizar las clásicas bolas de decoración de los árboles de navidad como reemplazo. Hacia allí se dirigen actualmente parte de las experiencias que está realizando, aunque por el momento sólo ha conseguido errores.

Para Tamayo el paso siguiente en la evolución informática es la lógica orgánica, no sólo porque abre nuevas interpretaciones de los dispositivos, sino porque también empuja visiones poéticas de las máquinas. Este escenario -sostiene- permite imaginar una serie de reacciones químicas que dan por resultado la emergencia de decisiones lógicas, acercándose quizás más al funcionamiento cerebral. “La utopía, o distopía, del cyborg, la última unión entre el humano y la máquina, está presente desde hace varias décadas. Pero quizás debido a que nuestra percepción de la naturaleza de la máquina aún permanece tan distante de la nuestra, esta unión se asemeja más a una pesadilla que a un sueño”, subraya.

En esta misma línea, proyecta un contexto histórico donde la aparición de computadoras orgánicas/híbridas den inicio a un nuevo capítulo en la manera en que naturaleza y máquina entablen una relación. Y al mismo tiempo, difuminar aún más las definiciones actuales de naturaleza y artificio.

“Las computadoras del futuro estarán integradas con partes orgánicas e inorgánicas. Su comportamiento y morfología puede llegar a ser tan diferente de las actuales que difícilmente podríamos reconocerlas. Si fuésemos a reinventar una computadora desde una perspectiva orgánica ¿Cómo la imaginamos? ¿Cómo nos gustaría?. Todos los puntos de vista son bienvenidos en este proyecto, los poéticos, los ficticios, los científicos, todos”, comenta el artista. La propuesta no es sólo pose, Tamayo busca abiertamente colaboradores para Fruit Computer Laboratory. Cualquier interesado puede comunicarse con él vía e-mail.

1 comentarios:

27 septiembre, 2012 Nicolás Pratto dijo...

Muy bueno.Para la próxima me compro dos kilos de limón y otros dos de mandarina para estar adelantado.Abrazo Agustín.