No existen diferencias entre un objeto inanimado y un ser humano. El trabajo que el director checo Jan Svankmajer (1934) realiza con actores de carne y hueso es el mismo que realiza con sus marioneta o sus criaturas de arcilla. El epicentro de sus películas y cortometrajes es la idea; la forma se resuelve en base a lo que es necesario decir. Prácticamente todas sus realizaciones, desde las primeras en la década del 60, se pueden definir surrealistas. Svankmajer sostiene que es una corriente que excede lo artístico para definir una postura frente al mundo.
Su primera aproximación al arte fue a través del teatro, poco después incursionó en el arte gráfico. Desde ahí saltó directamente al cine de animación, donde desarrolló con maestría la técnica del stop-motion (fotografías cuadro a cuadro). Utilizó muñecos de cerámica, plastilina, actores y actrices reales, materiales orgánicos e inorgánicos, metales, entre otros cientos soportes, para crear un mundo humorístico, políticamente comprometido y ferozmente crítico del paisaje en decadencia que propone la era industrial.
Las historias que construye permiten un amplio recorrido de lecturas, con interlineados que ponen en crisis la idea de lo popular (por ejemplo a través de la satirización del estereotipo de espectador de un partido de fútbol), rechazan de plano todos los gobiernos autoritarios europeos (especialmente los del este) y ubican al hombre como principal responsable de la actual situación social (a través de metáforas sobre la comunicación y la violencia discursiva).
El cortometraje El último truco (1964) fue el puntapié inicial de su carrera, y en los ocho años siguientes produjo más de 14 obras. En 1972 el gobierno le prohibió seguir filmando, sus películas deslizaban conceptos políticos, culturales y sociales que no concordaban con los intereses ideológicos del comunismo pro-soviético. Su regreso definitivo fue en 1981, con La caída de la casa Usher.
Cineastas estrella como Tim Burton, Terry Gilliam y Jean-Pierre Jeunet lo citan como principal influencia. El dibujante Bill Plympton también dialoga constantemente con la obra de Svankmajer, retoma la misma línea de absurdo y rescata la construcción de situaciones complejas en base a dos personajes estáticos.
Los objetos de uso cotidiano ocupan un lugar trascendente. Desde lo formal, explora la identificación psicológica de las personas con las cosas. La construcción del significado. “Para mí, los objetos siempre estuvieron más vivos que las personas, porque perdurarán más y son más expresivos”, dice. En varias oportunidades ha confesado ser un cuidadoso coleccionista de piezas de anticuario y de todo objeto que utiliza para sus producciones.
Jan Svankmajer, desde 1970, es miembro oficial del Grupo Surrealista Checo, el único que todavía existe en la actualidad. Se mantiene en actividad desde los tiempos anteriores a la Segunda Guerra Mundial, incluso cuando los ecos de André Breton y sus colegas parisinos ya ni son tenidos en cuenta. Es notable el giro que le aplicó a la vieja escuela surrealista: se apropia solamente de conceptos estéticos. La temática la definen urgencias del día a día.
Su último largometraje, Sílení (2005), es una mezcla de sátira, misterio, humor y espanto, pero fundamentalmente es una reflexión filosófica sobre la libertad absoluta y el totalitarismo más recalcitrante. Actualmente, con 75 años, continúa en plena producción.
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Cortos - Jan Svankmajer - (1960 - 1970)
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Cortos - Jan Svankmajer - (1980 - 1990)
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Cortos - Jan Svankmajer - (1990 - 2000)
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Jan Svankmajer – Dimensiones del diálogo (1982)
Su primera aproximación al arte fue a través del teatro, poco después incursionó en el arte gráfico. Desde ahí saltó directamente al cine de animación, donde desarrolló con maestría la técnica del stop-motion (fotografías cuadro a cuadro). Utilizó muñecos de cerámica, plastilina, actores y actrices reales, materiales orgánicos e inorgánicos, metales, entre otros cientos soportes, para crear un mundo humorístico, políticamente comprometido y ferozmente crítico del paisaje en decadencia que propone la era industrial.
Las historias que construye permiten un amplio recorrido de lecturas, con interlineados que ponen en crisis la idea de lo popular (por ejemplo a través de la satirización del estereotipo de espectador de un partido de fútbol), rechazan de plano todos los gobiernos autoritarios europeos (especialmente los del este) y ubican al hombre como principal responsable de la actual situación social (a través de metáforas sobre la comunicación y la violencia discursiva).
El cortometraje El último truco (1964) fue el puntapié inicial de su carrera, y en los ocho años siguientes produjo más de 14 obras. En 1972 el gobierno le prohibió seguir filmando, sus películas deslizaban conceptos políticos, culturales y sociales que no concordaban con los intereses ideológicos del comunismo pro-soviético. Su regreso definitivo fue en 1981, con La caída de la casa Usher.
Cineastas estrella como Tim Burton, Terry Gilliam y Jean-Pierre Jeunet lo citan como principal influencia. El dibujante Bill Plympton también dialoga constantemente con la obra de Svankmajer, retoma la misma línea de absurdo y rescata la construcción de situaciones complejas en base a dos personajes estáticos.
Los objetos de uso cotidiano ocupan un lugar trascendente. Desde lo formal, explora la identificación psicológica de las personas con las cosas. La construcción del significado. “Para mí, los objetos siempre estuvieron más vivos que las personas, porque perdurarán más y son más expresivos”, dice. En varias oportunidades ha confesado ser un cuidadoso coleccionista de piezas de anticuario y de todo objeto que utiliza para sus producciones.
Jan Svankmajer, desde 1970, es miembro oficial del Grupo Surrealista Checo, el único que todavía existe en la actualidad. Se mantiene en actividad desde los tiempos anteriores a la Segunda Guerra Mundial, incluso cuando los ecos de André Breton y sus colegas parisinos ya ni son tenidos en cuenta. Es notable el giro que le aplicó a la vieja escuela surrealista: se apropia solamente de conceptos estéticos. La temática la definen urgencias del día a día.
Su último largometraje, Sílení (2005), es una mezcla de sátira, misterio, humor y espanto, pero fundamentalmente es una reflexión filosófica sobre la libertad absoluta y el totalitarismo más recalcitrante. Actualmente, con 75 años, continúa en plena producción.
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Cortos - Jan Svankmajer - (1980 - 1990)
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Jan Svankmajer – Dimensiones del diálogo (1982)
1 comentarios:
Guau. Este tipo es increíble.
Algo conocía, pero todos los cortos están buenos.
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