Entre un futuro apocalíptico y el avance incansable de la ciencia. Entre una representación teatral de la vida contemporánea y una experimentación sobre el hábitat de desarrollo humano. La obra del esloveno Marko Peljhan (1969) se exhibe como una pregunta sin respuestas concretas. Su máxima creación, Makrolab (1997), es un espacio autónomo de comunicación, investigación y vivienda preparado para que cuatro personas puedan vivir aisladas hasta cuatro meses, concentradas en un trabajo puntual.
Se trata de una casa futurista construida en base a un principio modular para poder desarmarla y transportarla a cualquier región o país. En su interior cuenta con el equipamiento necesario para que científicos, investigadores o artistas se dediquen a un trabajo conjunto en forma intensiva, puntualmente los que se especializan en temáticas relacionadas con cambios climáticos, comunicación y movimientos migratorios.
La forma es similar a un tubo octogonal, el suelo está revestido por láminas de madera, las paredes cubiertas con paneles plásticos traslúcidos y rellenas con aislamiento térmico plateado. La estructura completa está elevada de la superficie del terreno por patas tubulares. Está dividido en cuatro espacios: sala de trabajo, baños, cocina y dormitorios. La energía se genera con paneles solares, un molino de viento y un sistema pequeño de tratamiento de residuos. Las comunicaciones están garantizadas por medio de conexiones satelitales. El único servicio que está limitado es el consumo de agua.
Según el escritor Kodwo Eshun, el imperativo público de Makrolab es conducir experimentos en un entorno posmedial, entonces su imperativo privado, no tan secreto, es ofrecer a quien participa la oportunidad de convertirse en el propio experimento. Convertirse en conejo de indias. Experimentar consigo, mientras se adapta a las dinámicas interpersonales de la vida microcomunitaria.
En este proyecto artístico-científico se observan tres sistemas globales múltiples y dinámicos: una fuente de conocimiento sobre el planeta y su funcionamiento social, tecnológico y natural. Se puede afirmar que el arte es el único campo donde se entiende el concepto de libertad en su acepción más amplia. Makrolab puede interpretarse como un dispositivo que permite retener a futuro esa condición del arte. Por su parte, la ciencia es el eje de acción donde es necesaria la concentración más profunda (tiempo suficiente de dedicación y de pensar sobre la misma problemática). Makrolab, entonces, es la conjunción de dos métodos que proponen libertad, reflexión y progreso.
El módulo ha girado por Eslovenia, Escocia, Israel, Canadá, Sudáfrica, Canadá y Rusia. La idea es instalarlo en la Antártida, con el nombre de Makrolab mark VII, para inaugurar un programa de desarrollo abierto a todos quienes estén interesados en aprovecharlo como una estación de permanente producción de arte y ciencia.
Marko Peljhan fundó la organización artística Projekt atol en 1995 y su extensión tecnológica Pact Systems donde se realizan investigaciones sobre performance, aplicaciones tecnológicas, radio, sonido, video, cine, conferencias y situaciones. Al año siguiente ofició de cofundador de ‘Ljudmila’ (Ljubljana Digital Media Lab) en el que se encarga de la coordinación de los programas.
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Imágenes de Makrolab
Se trata de una casa futurista construida en base a un principio modular para poder desarmarla y transportarla a cualquier región o país. En su interior cuenta con el equipamiento necesario para que científicos, investigadores o artistas se dediquen a un trabajo conjunto en forma intensiva, puntualmente los que se especializan en temáticas relacionadas con cambios climáticos, comunicación y movimientos migratorios.
La forma es similar a un tubo octogonal, el suelo está revestido por láminas de madera, las paredes cubiertas con paneles plásticos traslúcidos y rellenas con aislamiento térmico plateado. La estructura completa está elevada de la superficie del terreno por patas tubulares. Está dividido en cuatro espacios: sala de trabajo, baños, cocina y dormitorios. La energía se genera con paneles solares, un molino de viento y un sistema pequeño de tratamiento de residuos. Las comunicaciones están garantizadas por medio de conexiones satelitales. El único servicio que está limitado es el consumo de agua.
Según el escritor Kodwo Eshun, el imperativo público de Makrolab es conducir experimentos en un entorno posmedial, entonces su imperativo privado, no tan secreto, es ofrecer a quien participa la oportunidad de convertirse en el propio experimento. Convertirse en conejo de indias. Experimentar consigo, mientras se adapta a las dinámicas interpersonales de la vida microcomunitaria.
En este proyecto artístico-científico se observan tres sistemas globales múltiples y dinámicos: una fuente de conocimiento sobre el planeta y su funcionamiento social, tecnológico y natural. Se puede afirmar que el arte es el único campo donde se entiende el concepto de libertad en su acepción más amplia. Makrolab puede interpretarse como un dispositivo que permite retener a futuro esa condición del arte. Por su parte, la ciencia es el eje de acción donde es necesaria la concentración más profunda (tiempo suficiente de dedicación y de pensar sobre la misma problemática). Makrolab, entonces, es la conjunción de dos métodos que proponen libertad, reflexión y progreso.
El módulo ha girado por Eslovenia, Escocia, Israel, Canadá, Sudáfrica, Canadá y Rusia. La idea es instalarlo en la Antártida, con el nombre de Makrolab mark VII, para inaugurar un programa de desarrollo abierto a todos quienes estén interesados en aprovecharlo como una estación de permanente producción de arte y ciencia.
Marko Peljhan fundó la organización artística Projekt atol en 1995 y su extensión tecnológica Pact Systems donde se realizan investigaciones sobre performance, aplicaciones tecnológicas, radio, sonido, video, cine, conferencias y situaciones. Al año siguiente ofició de cofundador de ‘Ljudmila’ (Ljubljana Digital Media Lab) en el que se encarga de la coordinación de los programas.
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Imágenes de Makrolab
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