El contexto social, la información digital y los objetos físicos conforman un solo plano en constante transformación. El artista alemán Markus Kison explora esos cambios desde un análisis político, ubica a la tecnología como una herramienta para desarrollar obras de alto vuelo conceptual. Una de las primeras y más polémicas fue Ticker Cross (2007), un clásico crucifijo con la imagen de Jesucristo, pero con el cartel de INRI modificado; en su lugar ubicó una pequeña pantalla de leds donde además de leer la inscripción aparece un número, que se actualiza en tiempo real a través de internet, con la cotización de los bienes del Vaticano en la bolsa de valores. Sus obras pueden ser así de directas o más sutiles, sea cual sea la búsqueda, el dato característico de su arte es la síntesis, tanto en funcionalidad como en la resolución estética.
Su más reciente creación es Versus (2010), que se enmarca dentro del Proyecto Genoma Personal (PGP), una investigación que comenzó hace unos tres años sobre la secuencia de ADN de más de 100 mil voluntarios que prestaron sus datos. La instalación está integrada por una pantalla y dos proyectores, cada uno arroja imágenes que se superponen; un sistema las va alternando para que el espectador pueda ver las diferencias mínimas que aparecen. La idea es simplemente compartir, hacer visible, la información más íntima y personal, lo que científicamente identifica a un ser humano como individuo único e irrepetible. Las imágenes fueron recopiladas a través de internet y se proyectan acompañadas por el nombre completo del participante y su historial médico.
Kison da un paso sorprendente con la intervención pública Touched echo (2009). En la balaustrada de la Terraza de Brühl, en Dresden (Alemania), instaló unos dispositivos acústicos que utilizan los huesos del cuerpo como conductores de sonido. Es decir, una persona se acerca, apoya los codos, tapa completamente con sus manos los oídos y comienza a escuchar una reproducción del ataque de las fuerzas aéreas británicas que destruyeron la ciudad la noche del 13 de febrero 1945. Se escucha todo a la perfección: bombas, disparos, escombros cayendo, explosiones. Todo. Sin alterar en lo más mínimo el paisaje urbano, el artista logra transportar al espectador al momento exacto del bombardeo. Una vivencia íntima, que hasta invita a copiar la posición corporal de aquellos habitantes que se refugiaron y cuidaron sus oídos de los estruendos. La obra fue un éxito, al punto que el artista decidió replicar la metodología para exponerla en distintos museos del país.
La instalación Pulse (2009) es, explica Markus, una visualización en directo de las expresiones emocionales escritas en los blogs de la empresa Blogger. El flujo de información es decodificado en base a la Teoría psicoevolutiva de la emoción, del psicólogo Robert Plutchik. Un robot avanza palabra por palabra en los posteos y les da una connotación. El resultado se ve reflejado en un corazón de goma que es manipulado por una serie de motores conectados a microcontroladores Arduino. El sistema está en línea con la web. Las palabras se convierten en órdenes que se visualizan en el movimiento final. El concepto de la obra es tomarle el pulso a la web, pero en relación directa con su carga emocional. Cada área del corazón de goma se corresponde con los sectores que el doctor Plutchik expone en su teoría, célebre por trazar una conexión entre la psicología, la biología y el darwinismo. La emociones, asegura el psicólogo, constituyen una cadena de acontecimientos conectados: impulsos, comportamientos, cambios y sentimientos, que siempre están apuntados a un objetivo específico.
Por su parte, Vanity ring (2007) arrastra una fuerte carga irónica y una relectura de los valores en el siglo XXI. El anillo ha sido históricamente, y es, un objeto que se relaciona con el lujo y el bienestar económico. También con el poder. Kison lo transforma en un objeto para exaltar la vanidad, pero en términos contemporáneos. En lugar de una joya, el anillo lleva una display que se actualiza a través de internet y muestra la cantidad de resultados que el buscador Google arroja con el nombre del dueño. De esta forma, el artista actualiza un símbolo de estatus, donde no sólo dependen los quilates del brillante que se puede comprar, sino que hace una valoración sobre el lugar que ocupa la persona en el universo digital cotidiano. Es evidentemente que, en los últimos años, figurar la mayor cantidad de veces posible y en los mejores puestos posibles se ha convertido en una mercancía, para las personas y para las empresas.
En este momento, Kison se encuentra trabajando en una pieza tridimensional donde cruza tecnologías visuales, datos informáticos, espejos e información urbana de distintos países de Europa.
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