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Pe Lang

La búsqueda de la perfección suele ser una aventura innecesaria, muchas veces teñida de rigorismos matemáticos que impiden acercarse a la fibra sensible de una obra. Sobran ejemplos de artistas que tienen un desempeño técnico impecable pero que su propuesta no conmueve, no genera nada. Es inerte. Muy prolija, pero intrascendente. El artista suizo Pe Lang parece ser una excepción a esa regla, sus máquinas son fabricadas sin descuidar detalle, el funcionamiento es tan exacto como un reloj de categoría y el resultado artístico es un catálogo de piezas que aprovechan el orden y la simetría hasta convertir lo obsesivo en arte tecnológico de alto vuelo.

Podría decirse que sus obras son esculturas cinéticas, aunque él mismo se define principalmente como artista sonoro. El punto central está en la combinación ingeniosa y precisa de la mecánica y la electrónica; sus instalaciones no apelan a ningún elemento de más: son atractivas visualmente y encuentran un abanico de sonidos propios que dan cuenta de una elegancia pocas veces vista. Incorpora en los movimientos el azar y busca -a escondidas- un equilibrio entre el orden y el caos, siempre a partir de la manipulación de las fuerzas que participan en sus dispositivos.

Una de sus últimas creaciones, Falling objects (2011), es un sistema de posicionamiento para el cual trabajó durante dos años. A través de una pipeta que se controla con aire comprimido, esta escultura deja caer gotas -esféricas, perfectas- sobre una superficie de Omniphonic [material plástico]. La pipeta electrónica recorre la cuadrícula de 21 x 21 centímetros para formar un dibujo cuadrado y simétrico. Una vez que termina de posicionar cada gota de agua vuelve a su ubicación original y se queda quieta aproximadamente unas cinco horas hasta que el agua se evapore completamente. Entonces vuelve a comenzar con el proceso. El plano sonoro está celosamente cuidado, la instalación aprovecha cada movimiento del sistema para amplificar su frecuencia. Es tan exacto el proceso que hasta puede interpretarse como un patrón rítmico.



Pe Lang tiene una extensa serie titulada Moving objects, que comenzó en 2008 y todavía se encuentra en plena evolución. Allí reúne dispositivos cinético-sonoros muy sintéticos que trabajan la idea de secuencia visual, la repetición, el orden y el desorden. Cada pieza de esta serie lleva un número como título, por ejemplo nº 486 - 501 (2011) está construida con 32 motores eléctricos que agitan hilos gruesos de silicona, el movimiento espástico provoca que los hilos golpeen contra la mesa donde la obra está expuesta y genere un sonido constante, como un murmullo acelerado.



La obra nº 502 - 519 (2011) además de explorar el sonido agrega el trabajo electromagnético. Mientras una serie de motores giran lentamente sobre su propio eje, una pieza metálica vuela en un pequeño volumen delimitado por dos piezas rectangulares de cobre; no es exageración: literalmente vuela, se mantiene suspendida por fracciones de segundo. El efecto que se produce es sorprendente. Dese el punto de vista técnico, el artista consigue coordinar los electroimanes al movimiento de los motores, los giros modifican la intensidad de la energía, los electroimanes se comportan entonces de un modo caprichoso para que la pieza metálica se deje llevar plásticamente por el flujo energético producido.



Para nº 92 - 103 también se vale del electromagnetismo, pero en este caso reúne 1000 pequeños cubos magnetizados que se van atrayendo entre sí mientras dos motores eléctricos giran y los retuercen. Los cubos parecen tener vida propia, se pegan y se despegan aleatoriamente, incluso da la impresión que se van a separar definitivamente del sistema. El artista, de este modo, indaga musical y visualmente los vericuetos del azar, la forma que asume cambia constantemente; el sonido es impredecible, siempre distinto.



Lang ha trabajado codo a codo junto al artista Zimoun para crear la serie de instalaciones sonoras Untitled sound objects [Objetos sonoros sin título], dentro de la línea simétrica y matemática que caracteriza a toda su producción. Está integrada por más de diez piezas, una de las más interesantes es la que utiliza 400 motores de vibración dispuestos en casillas de madera, desarrollada en 2008. Cada motor tiene un martillo cilíndrico de goma que tiembla con el impulso cinético y golpea la casilla donde está ubicado. Los 400 dispositivos puestos en funcionamiento generan un zumbido y una imagen especiales: es un sistema de movimiento contenido y perpetuo. El tamaño total de la instalación es de un metro por un metro de superficie, por siete centímetros y medio de profundidad. Originalmente fue pensada para exponer en la Bitforms gallery de Nueva York, Estados Unidos.



Pe Lang explica que toda su producción está inspirada en la música, sus orígenes como artista punk lo llevaron a plantearse la posibilidad de hacer sus propios instrumentos, con su lógica y sus sonidos propios. “De a poco me fui dando cuenta que mis performances ya no encajaban en los conciertos convencionales, porque estaba cada vez más cerca de la instalación. En ese momento encontré un lugar para mis obras dentro de lo que se puede denominar arte, o artístico”, agrega. En el proceso de realización hace todo él, le gusta establecer una relación personal con lo que produce. Y si llega el caso que tiene que utilizar alguna pieza que llega desde otro campo, con otra historia, investiga sus orígenes, se conecta con el objeto. “Las instalaciones obligan al artista a comprometerse al máximo con el espacio de una sala. No sólo para buscar la más adecuada, sino para concretar una idea. Aunque sea para una pieza que va a ser mostrada una sola vez. Es una cuestión espacial, no histórica o contextual. Yo no soy un artista de concepto en ese sentido”, comenta.

La obra de Lang está expuesta en importantes museos y galerías de toda Europa. También participó en festivales de primer nivel como Transmediale (Berlín), AV Festival (Newcastle), Elektra (Montreal) y Sonic Hechos XII (Amsterdam), entre otros. Su trabajo es producido intermitentemente entre Zurich y Berlín.

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