El arte es también contemplación. Hay obras que necesitan de la participación activa del espectador, se nutren de la reflexión para construir sentido, y otras que tienen como principal objetivo desafiar las percepciones, a veces a partir de la interacción, a veces por pura autonomía. El artista alemán Martin Hesselmeier elije el impacto inmediato, sus instalaciones reúnen elementos lumínicos, sonoros y cinéticos para generar un entorno sensitivo. Obviamente, siempre hay lugar para la interpretación y las lecturas conceptuales, el punto está en visualizar las intensidades, cuánto hay de cada lado.
Una de sus últimas creaciones, Capacitive body II (2010), realizada en conjunto con Andreas Muxel, es un sistema modular de
luces que reacciona a partir de los sonidos que emite el espacio urbano.
Coches, bocinas, gritos, oscilaciones, motores, golpes y demás. Cada módulo
está integrado por un sensor electrónico, un cable electroluminiscente y un
microcontrolador que se acciona con las vibraciones, las convierte en datos que
luego se transforman en órdenes de comportamiento para el sistema. Lógicamente,
esta obra está pensada para montar al aire libre, en plena ciudad. La primera
vez que se puso en funcionamiento fue en el Pabellón de Tschumi de Groningen (Holanda).
El artista explica que la búsqueda está relacionada con crear una nueva mirada
de la tecnología y de los recursos arquitectónicos. Capacitive... es una
transformación del espacio, una división en tiempo real que apunta a
reinterpretar el potencial estético de los espacios público pero con el
elemento urbano como eje central: las transformaciones sonoras del contexto son
el motor de las transiciones.
La primera versión de la obra, Capacitive body (2009), es más acotada, está desarrollada dentro de
una caja de acrílico, emplazada en un parque. Aunque el concepto es exactamente
el mismo, la diferencia es que en la segunda etapa se incorporan nociones
arquitectónicas y de espacialidad que aumentan sensiblemente su complejidad y
su capacidad de comunicación.
La instalación Revolving
Realities (2010) avanza por el mismo lineamiento estético, pero difiere en
su búsqueda de significado. Se trata de una escultura autorreactiva que
manipula la capacidad de experimentar la realidad. Son cambios continuos, las
luces modifican el espacio y las texturas, el sonido oscila entre un ruido
inconexo y melodías delicadas. El objeto -señala el artista- es un espejo de
las constantes transformaciones, como una virtualidad real que le hace frente a
la realidad virtual. Los cables de luz atraviesan un espacio superior a los 600 metros cuadrados ,
entrelazando los vértices con el centro en diagonales extensas. “Las ideas se
apoderan y el entrono muta hacia una caja de sonido que entabla un diálogo
reflexivo con la escultura. El objeto, el espacio y el espectador forman una
unidad semántica”, agrega Hesselmeier.
En SARoskop
(2009), la idea es hacer visibles las ondas electromagnéticas, en una matriz de
25 objetos. El artista reitera el formato de escultura interactiva que
reacciona con los datos próximos. La diferencia es que en este caso los
convierte en oscilaciones interdependientes. La pieza está integrada por una
serie de dispositivos cilíndricos transparentes que contienen la electrónica y
la mecánica, conectados entre sí por hilos de acero, que al mismo tiempo
trabajan como conductores. La matriz completa pende libremente del techo.
Cuando algún elemento, por ejemplo un teléfono móvil, modifica el campo
electromagnético, la obra comienza a moverse y a emitir luces y sonidos. La
perspectiva de los espectadores en la instalación, junto con las pequeñas
pantallas de color azul, dan la sensación de una vitalidad propia. De acuerdo
con Hesselmeier, la obra presenta un tema de actualidad con reminiscencias
medioambientales, pero sin crear mensajes apocalípticos. Como una estructura
abierta, modular, combinando con el sonido de las partes mecánicas y la
iluminación en el circuito, exhibe una imagen equilibrada del electromagnetismo
constante, siempre en colaboración con los espectadores.
En otra línea de experimentación se ubica la serie Photofeedback (2008), realizada por cuatro robots iguales pero programados de diferentes maneras. Un metrónomo dispara una secuencia rítmica, el sistema de los robots se acciona cinéticamente y comienzan a moverse sobre una superficie de papel fotográfico. El trayecto queda impreso lumínicamente. El resultado es una obra azarosa, sin demasiado vuelo compositivo, pero aun así interesante.
La obra completa de Martin Hesselmeier descansa sobre
distintas variables en la manipulación de la luz. El sonido acompaña sin
demasiado protagonismo. Hay un claro nexo entre la construcción de la imagen y
el trabajo espacial. Aunque no siempre sus creaciones están enlazadas con la
arquitectura, la búsqueda es proyectarse a la tercera dimensión, ahí aparecen
elementos escultóricos, probablemente los que mejor definen su obra.
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