Hay una línea conceptual que atraviesa la obra de la artista alemana Ursula Damm (1960) y la unifica en tres grandes pilares: naturaleza, ciencia y civilización. Sus creaciones responden a una serie de preguntas de actualidad, sin caer en lugares comunes y, lo que es más importante aún, esquivando obviedades estéticas. Cada pieza arrastra una profunda investigación, en su gran mayoría de fuerte influencia química y electrónica. Incluso, por momentos enfoca sus esfuerzos en demostrar que es posible dominar la naturaleza desde la técnica.
Una de sus más recientes creaciones es Greenhouse converter (2010), una instalación donde interactúan pulgas de agua (daphnia magna), algas (Hydrodictyon reticulatum, Volvox globator) y el espectador mediante un sistema tecnológico simple. A la izquierda hay una fuente de agua enriquecida con dióxido de carbono que llega hasta un acuario mediante un conducto. El agua sirve de alimento a una comunidad de algas que por acción de la luz produce biomasa y oxígeno. Adentro del acuario hay un cartel con la palabra Beloved [querido] escrita en luces de led azules. Paralelamente, un ejército de pulgas, que justamente se sienten atraídas por la luz azul, cuidan que las algas no crezcan exageradamente y, por ejemplo, no tapen el cartel. Si las pulgas de multiplican desproporcionadamente, la pantalla cambia al color rojo, para que las algas crezcan libremente, o al amarillo para que las pulgas se hagan a un costado y directamente no actúen.
La entrada de agua se controla desde una palanca ubicada en un remoto, entre la fuente y el acuario. El espectador en base al color del cartel aumenta o disminuye el dióxido de carbono o la cantidad de agua que ingresa. Cualquier exceso pone en peligro el equilibrio del pequeño ecosistema. Greenhouse converter es la demostración directa que la intervención de la tecnología, utilizada como regulador, sirve para controlar el devenir de la propia naturaleza, acallar o aumentar comportamientos que de otro modo se irían de margen.
El agua se enriquece con el mismo aire donde está ubicada la instalación, es un sistema simple que genera burbujas para movilizar el líquido. La información sobre el estado del ecosistema, además del letrero, está publicada en una pantalla en el remoto, justo sobre los controles, para que el espectador pueda seguir en tiempo real lo que está sucediendo en el intercambio entre pulgas, algas, dióxido de carbono y agua.
Esta instalación puede resultar polémica si se mira, por ejemplo, desde la permacultura, donde la idea central es dejar que cualquier ecosistema avance por sus propios medios y a su propia velocidad hacia un equilibrio perfecto. Lo que está presentando la artista, desde un punto se vista que incorpora elementos de la sociedad contemporánea, es la importancia de la tecnología y su capacidad de manipulación en contextos que culturalmente se denominan naturales. Damm pone en jaque el concepto de naturaleza, incluso lo ubica a la misma altura que las creaciones del hombre. La intervención de electrónica es determinante para el desarrollo todos los seres vivos con habitan en el acuario.
La interacción que propone Greenhouse converter también roza los bordes de la bioética. El espectador es el encargado de buscar equilibrio, pero en base a su propia idea de lo que significa mantener un ecosistema equilibrado, donde las nociones cuantitativas pueden ser de raíz inexactas o desproporcionadas.
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