Es parecido al tema del huevo y la gallina. ¿Primero el arte y después el desarrollo científico-tecnológico? ¿O al revés? Por fuera –o por detrás– de una obra existe un proceso creativo que toma elementos de distintas áreas, científicas y sociales. Este cruce interdisciplinario es una de las principales características de la producción artística contemporánea; el punto es que el desarrollo artístico, especialmente el que está en relación directa con la tecnología, también empuja a la ciencia a reflexionar sobre el mundo y a generar nuevas ideas y dispositivos. La creatividad está al servicio del avance científico. Y con resultados asombrosos. El proyecto ZeroN, de Jinha Lee, integrante del Tangible Media Group del MIT Media Lab, consigue que un objeto levite en base a la manipulación de campos magnéticos.
ZeroN no fue creado con la intención directa de exhibirse como una pieza artística, sin embargo hay allí elementos que permiten hacer una lectura artística y estética.
El campo electromagnético está afinado al detalle. Un usuario puede colocar adentro una bola de metal que no sólo quedará suspendida en el aire sino que, además, podrá ser reposicionada mediante coordenadas digitales. El sistema se puede convertir también en una escena 3d intervenida por una fuente lumínica o con mapping (proyección de imágenes sobre una superficie determinada). Lee explica que su intención fue crear un espacio donde se pueda experimentar una visión del futuro, donde los materiales estén libres de límites gravitatorios y que puedan ser controlados con tecnología informática.
Lee destaca que en su obra hay componentes políticos y filosóficos, sostiene que es la representación acotada de una lucha silenciosa que la humanidad viene librando históricamente con el objetivo de dominar la fuerza de gravedad. Es una idea que tiene su origen en la mitología, atraviesa la alquimia y sólo se había visualizado en la ciencia ficción. Incluso está presente en el avance de la biotecnología –agrega– donde la resistencia está centrada en evitar la caída natural de los cuerpos a la tierra.
En la superficie del ZeroN hay un brazo que funciona como electroimán, calibrado con absoluta precisión, que le permite a la bola metálica mantenerse en el aire. Luego, el movimiento se produce modificando la posición del campo magnético. Básicamente es un robot que responde a las órdenes de un software y que acciona uno de los imanes más inteligentes jamás inventados.
El programa utilizado permite archivar las órdenes que recibió el objeto y analizar los movimientos de las personas que interactuaron. El registro sirve para repetir los movimientos, lo cual es clave para su uso educativo, para prototipos de animación, simulación física, dispositivos de diseño 3d, etcétera. La operatividad es absolutamente intuitiva: un ratón conectado a un ordenador o, directamente, se utilizan las manos en el campo electromagnético. El funcionamiento ya está probado y confirmado. La próxima etapa –dice Lee– es trabajar en las escalas y en la posibilidad de incluir más de un objeto al mismo tiempo.
El proyecto ZeroN es un ejemplo de interacción entre arte y ciencia. La lectura única está desdibujada, no tiene lugar. Este feedback, que comienza en el proceso creativo y continúa en la interpretación del sistema, refleja la complejidad característica del mundo contemporáneo y proyecta nuevos límites para el avance científico y la creación artística.
miércoles, 22 de agosto de 2012
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