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Glitchr

La red social Facebook es una herramienta delicada, por un lado democratiza el acceso a la información dentro de una plataforma donde los usuarios pueden expresarse libremente, representa un cambio de paradigma profundo en el proceso de la comunicación: le da visibilidad a las minorías y capacidad de interactuar. Ahora bien, detrás de cada perfil funciona una maquinaria que selecciona y agrupa usuarios con fines comerciales. Los datos –personales y de cualquier índole– son la materia prima de una industria intangible pensada para vender productos; podría decirse que es la estructura publicitaria más precisa que se ha inventado. El artista lituano Laimonas Zakas, más conocido como Glitchr, toma una postura política frente a la dinámica de Facebook, hurga en el sistema con la intención de hacer visibles las fallas de programación. Busca romper la estructura desde el rol de usuario.

Glitchr trabaja con los recursos de un hacker, en este caso utiliza caracteres Unicode y signos diacríticos para explotar los errores [bugs] que encuentra. Diseña sus propios números para visualizar la organización del lenguaje utilizado. Una vez que encuentra los errores, sobrescribe los códigos de programación para generar figuras, quebrar líneas, agregar elementos y desordenar visualmente la navegación de un perfil. La capacidad que tiene para desnudar las vulnerabilidades del código, aun cuando se trata de problemas técnicos inofensivos, le exponen al usuario la naturaleza del sistema, lo que hay detrás de la superficie. Los programadores de Facebook –el artista está convencido, lo dice abiertamente– siguen su trabajo para enmendar los bugs a medida que los muestra. Por este motivo nunca le cerraron la cuenta donde realiza sus experimentos. Una sola vez le suspendieron el acceso, pero los mismos usuarios que lo siguen se expresaron masivamente a favor del artista, eso generó una repercusión en la prensa especializada, entonces Facebook decidió, por cuestiones de conveniencia comercial, restituirle el perfil y dejarlo actuar con libertad.



Para sus muestras, el artista captura cada una de las imágenes que consigue, las imprime y las convierte en una pieza visual. También expone las intervenciones en vivo, en una serie de pantallas donde los espectadores pueden navegar los perfiles intervenidos. Cada click que uno hace en el perfil de Glitchr desata un resultado inesperado, justo lo contrario que la empresa busca con el funcionamiento de su red social. Los comentarios que recibe suelen ser de otros hackers y de usuarios que siguen el mismo camino, postean figuras imposibles, letras y números desordenados y hasta han logrado generar animaciones. Lógicamente, cuando la intervención es demasiado extrema los empleados de Facebook se encargan de anularla: buscan el bug y lo corrigen. Desde principios de 2011 que el artista avanza en un desafío constante con sus rivales programadores.

Glitchr fue el primer artista que intervino el espacio Gallery Online, un perfil de Facebook, fundado el pasado 2 de junio, que funciona como una galería virtual de hacktivismo. Todos los meses se le entrega a un artista los datos para que ingrese al perfil y lo manipule a gusto propio. Ahí se puede ver, como curiosidad, el ícono en movimiento de un caballo galopando, generado a partir de una imagen en .jpg.



Sus obras son un grito subversivo dentro del esquema de las redes sociales, extendido y aceptado a lo largo del mundo. Facebook, sin ir más lejos, alcanzó este año los 1000 millones de usuarios registrados. O lo que es igual: es el tercer país más poblado. Son 1000 millones de personas que intercambian contenidos sin limitaciones geográficas. Dicen. Comentan. Recomiendan. Se muestran. Muchas veces sin conocer el detrás de escena. Glitchr sacude la inocencia del usuario promedio. Piratería visual con fuertes tintes políticos, dentro de una de las empresas más poderosas del siglo XXI.

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