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Sobre la única foto de La mano de Dios

La mano de Dios, por Alejandro Ojeda Carbajal.
Lo dijo Diego, fueron tres gambetas, un pase a Valdano que no llegó a conectar, el despeje fallido de Steve Hodge y un poco la cabeza y un poco la mano de Dios. Fue el primero, a los seis minutos del segundo tiempo, Inglaterra a grito de marrano reclamando una injusticia. Inglaterra, injusticia. Maradona tiene su iglesia, su palabra es sagrada, su mano desde ese día también; pitazo final del tunecino Ali Bennaceurel: partido 2 a 1, el estadio Azteca había explotado con el segundo gol -el gol del siglo- y el mundo se subió a una polémica que todavía da para hablar. Diego, D10s, Dios. Negro tramposo de allá para acá, piratas de acá para allá. La revancha y las Malvinas. Más de veinte años después Maradona aceptó que fue el puño, pero no pidió perdón. Argentina fue gloria en 1986. Ni con todo el té del mundo a las five o´clock Inglaterra pudo disolver la bronca atragantada.

La foto ocupó la tapa de todos los diarios del mundo. Maradona en el aire, un metro sesenta y seis; Peter Shilton, también en el aire, un metros ochenta y siete; los dos con el puño en alto y la pelota que ya enfilaba al arco. En el estadio sólo se permitían dos fotógrafos por medio. El mundo hablaba de la mano de Dios, la televisión mostraba la jugada desde dos ángulos. Las repeticiones iban a ritmo de ametralladora, parecido al día de los aviones y las torres gemelas. Ni bien terminó el partido todos los corresponsales salieron corriendo a revelar, alguien tenía que tener la imagen. ¡Acá está! ¡Yo la tengo! El grito se escuchó en perfecto español. El mexicano Alejandro Ojeda Carbajal, del diario El Heraldo, había obturado en el momento exacto: la pelota en apoyada en la mano, brazo flexionado, ojos cerrados. De ahí al mundo. La foto le valió el Premio Nacional de Periodismo en 1987. El resto de sus colegas vieron y escucharon la alegría del mexicano, el español José Pepe Caballero, que cubría para el diario Marca, recuerda el momento. Él no pudo capturar el gol, como no jugaba España lo habían ubicado en el ángulo opuesto. Todos quisieron pagar por esa foto. Ojeda Carbajal ni siquiera escuchó las ofertas, salió de la sala de prensa y se comunicó de inmediato con la redacción de su diario.

La mano de Dios, por Eduardo Longoni

Sin embargo apareció un tal Robert ‘Bob’ Thomas con la misma foto, que se publicó con la firma de Getty Images. Thomas se adjudicó la autoría en aquel entonces. El resto de sus colegas lo negó rotundamente. La versión fue unánime: el inglés estaba del otro lado, sobre el lateral izquierdo, no tuvo posibilidad física de hacer la misma toma que el mexicano. Thomas desapareció. A lo largo de sus años como fotógrafo deportivo cubrió mundiales y juegos olímpicos. Actualmente está retirado, vive en una granja en Inglaterra y no atiende a la prensa. Hay quienes dicen -erróneamente- que la foto de Thomas es la que muestra a la pelota a centímetros del puño, cuando todavía no se había producido el impacto. Aún así, nadie comprende cómo logró hacer la toma.

El argentino Eduardo Longoni también estuvo esa tarde del 22 de junio en el Estadio Azteca, tenía 26 años y trabajaba para la Agencia de Noticias Argentinas. Cuando Hodge hizo rebotar la pelota hacia el área chica Longoni comenzó a disparar, hizo tres tomas, las más conocida fue una casualidad. No tenía demasiada experiencia en coberturas deportivas, así que sólo podía enfocar e intentar acercase lo más posible. Su imagen es espectacular: la pelota no está tocando el puño de Maradona, pero igual se ve claramente la intención y los gestos de ambos jugadores en el aire. La foto se vendió con una repercusión fuerte, le dejó a la agencia el dinero suficiente para pagarle el viaje a Longoni y un sueldo extra de premio.

La foto de Alejandro Ojeda Carbajal es el momento justo -justo, de justicia-. La prueba del delito. Un delito sagrado.

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